Esta reflexión, realizada por el protagonista de la película “El Dilema”, es un reflejo de la situación actual en la que el periodismo vive. Es cierto que siempre ha existido una estructura de poder que ha manipulado el mensaje a su antojo, pero cómo analizaré a lo largo de este escrito, esa estructura de poder es más fuerte y está mejor asentada en nuestros días.
El protagonista de la película El dilema, periodista de investigación, descubre cómo los ejecutivos de su cadena, aún sabiendo de la veracidad e interés público de un reportaje realizado por él, censuran la emisión de dicho reportaje, debido a intereses económicos y estructurales. La cadena está en venta, y ese proceso de venta se puede ver perjudicado por la publicación de dicho reportaje, que analiza un caso de corrupción de unos importantes ejecutivos norteamericanos y dueños de unas tabacaleras.
Mientras estudiamos Derecho de la Información a lo largo de la carrera universitaria, nos explican que las informaciones que hagamos a lo largo de nuestra trayectoria deben cumplir con los requisitos de veracidad (diligencia informativa) e interés público (que sea una cuestión que interese o afecte a la sociedad).
Pero cuando llega la hora de la verdad, la primera traba no es precisamente esa veracidad o interés público de la noticia, sino los intereses del medio en el que desarrolles tu trabajo. El ejemplo más claro está en “El Dilema”, donde el periodista, productor de un programa de investigación de la cadena BBC, 60 minutos, ve su trabajo frustrado por estos intereses. A pesar de ser un periodista de prestigio, esto no le es suficiente para poder publicar dicho reportaje de investigación, aunque éste cumpla los requisitos que, como he dicho antes, debe cumplir una información periodística.
Si una información va a manchar la reputación de aquel que “te mantiene”, no es publicable. De esta forma los medios de comunicación se convierten en meros fabricantes de productos publicitarios, que la sociedad recibe como información de calidad, puesto que proviene de “cadenas de prestigio”.
Por cuestiones estructurales, el trabajo del periodista siempre se ve limitado. Y como bien refleja el documental “Voces contra la globalización”, estas cuestiones estructurales tienen sus principales protagonistas en los “amos del mundo”.
El problema de todo esto es que el ciudadano de a pié no es consciente de la magnitud de esta situación. El mensaje que nos ofrecen los medios de comunicación es un mensaje unánime y homogéneo, una serie de convencionalismos que aceptamos porque el mismo caos de la vida diaria no nos deja plantearnos si es cierto o no, o al menos, qué intereses hay detrás de dicho mensaje. Se crea un mensaje en forma de espectáculo para no pensar siquiera en una información como tal, en una información que al menos tenga algo de rigor.
Se ejerce un control social, por el motivo que he nombrado anteriormente, la sociedad no se detiene a analizar el mensaje, y mucho menos, la estructura de poder que se encuentra detrás. Es una sociedad uniformada en términos culturales y económicos, y la causa es que es una sociedad globalizada. Las personas que se encuentran detrás de esa estructura de poder son los pilares de la economía mundial, por lo que tienen toda la potestad para adaptar el mensaje a sus intereses.
¿Otro mundo es posible?
Volviendo a las estructuras de poder, hay que decir que éstas han existido siempre. El problema es que en la actualidad, lo que conocemos como globalización da paso a una estructura de poder en manos de muy pocas personas de todo el mundo, lo que en el documental “Voces contra la globalización” define como “los amos del mundo”.
Esto se puede demostrar con algunas cifras que se ofrecen en el documental “Voces contra la globalización”, donde Zlegler declara que el volumen de negocio de Exon Mobil es superior al producto interior bruto de Australia, o el volumen de negocio de General Motors es superior al producto interior bruto de Dinamarca.
Estos datos tienen una consecuencia muy clara, y es que las multinacionales tienen más poder que los propios gobiernos, como declara José Boné, activista antiglobalización. Según Boné, la mundialización tiene como objetivo transformar la realidad y convertirla en algo material, es decir, transformar la realidad en un mercado, donde todo se pueda comprar y vender.
Hemos entrado en una dinámica donde los “amos del mundo” son los que gobiernan el mundo, pues ante estas cifras, los verdaderos gobernantes tendrán en cuenta en todo momento a las grandes empresas.
El periodista se ve obligado a estar a las órdenes de la publicidad, de las nuevas tecnologías, de las audiencias masivas (educadas por los medios de comunicación), y cómo no de la ley.
La esperanza de todo periodista es que esta dinámica de trabajo y cómo no las presiones a las que se ven sometidas, y que le impiden realizar su trabajo, desaparezcan, o al menos se reduzcan. Nuestro trabajo consiste en informar a la sociedad de todo lo que acontece, de todo aquello que sea de interés público. La utopía del periodista sería destapar un escándalo dentro de los círculos de poder, y poder publicarlo sin ningún tipo de coacción. Y digo utopía porque cada día que pasa es una situación más alejada de la realidad, pues esos círculos de poder están cada vez más reforzados, y como no, más limitados.