Un debate suscitado en la clase de ética me ha incitado a iniciar mi blog con esta pequeña reflexión. Se trata de los principios éticos que deben regir nuestra profesión, ¿deben existir esos principios deontológicos, o por el contrario, debemos anteponer nuestros intereses, sin importar los medios que tengamos que utilizar?
¿El fin justifica los medios? Antes de aplicar esto a la profesión periodística, se puede aplicar a la vida cotidiana, donde el ser humano está continuamente ante ese interrogante. Toda persona tiene unos intereses, y en muchas ocasiones se ve ante circunstancias que le obligan a actuar de una determinada manera, incumpliendo los principios éticos a los que ha estado doblegado toda su vida. El problema es determinar hasta qué punto podemos llegar.
Siempre he pensado que los extremos nunca son buenos, por lo que el objetivo es alcanzar un término medio.
La teleología defiende que el fin justifica los medios, y ese fin es la consecución de un mundo perfecto donde la prioridad es el bienestar de los seres humanos. El punto negativo de esta teoría radica en los medios utilizados para conseguir ese fin. Para los teleologistas cualquier medio es bueno para conseguir lo que se proponen. Se rigen por un único principio, y ese es conseguir el bienestar de la humanidad.
¿Y quien no quiere conseguir un mundo perfecto? Para conseguir esto es necesario acabar con todo aquello que se interponga en nuestro camino, sea como sea. Pues bien, la deontología defiende que es necesaria la existencia de unos principios, para evitar que las acciones que no se rigan por principios morales, se conviertan en un círculo vicioso que no termine nunca.
En la profesión periodística es más difícil aún esta cuestión, ya que debemos cuestionarnos hasta donde podemos llegar en el ejercicio de nuestra profesión. El principal problema es que nos movemos en un mundo lleno de intereses, lo que nos condiciona en nuestro trabajo. Los medios de comunicación tienen un poder extremadamente peligroso sobre la sociedad, esto es, tienen capacidad para difundir y promover una serie de valores morales, pero también tienen la capacidad de contribuir a la destrucción de esos valores. Es por esto, por lo que el debate entre teleología y deontología puede ser fundamental para la materia periodística.
El periodista tiene la función de ofrecer información a la ciudadanía, pero también tiene en sus manos la denuncia de injusticias sociales, dar a conocer fraudes del terreno político y económico. El problema es que la sociedad de hoy en día está plagada de intereses que no permiten al periodista, ni a ningún ser humano, conseguir información tan fácilmente, algo tan necesario en el ámbito del periodismo.
Por lo tanto ¿teleología o deontología? La teleología es un extremo, y los extremos nunca son buenos. A lo mejor es cierto que valiéndonos de esos criterios, conseguiríamos crear un mundo sin injusticias.
El criterio a seguir para la elección entre una cosa u otra es similar al debate entre si debe existir o no la pena de muerte. Pues bien, la cadena perpetua podría ser una solución.
Siguiendo el mismo razonamiento, la decisión de la elección entre teleología o deontología sería la consecución de ese término medio. No basta con valerse de cualquier medio para conseguir un fin (por muy justo que consideremos este fin), pero tampoco podemos permitir que se cometan injusticias sin mover un dedo. Al igual que el médico puede considerar el aborto “positivo” dependiendo de las circunstancias, en mi opinión, hay acciones que pueden quedar justificadas dependiendo del fin a conseguir. Ahora bien, siempre van a existir unos principios morales que nos guíen para la elección de los medios a utilizar en la tarea de alcanzar nuestros objetivos.
miércoles, 10 de octubre de 2007
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