Es sábado y aún no he salido a comprar el periódico, por lo que he recurrido a la página web del diario El País. Las principales noticias de la mañana son Alicante, donde de nuevo las lluvias se han cobrado vidas humanas, Birmania e Irak. Pero mis ojos se han detenido en una noticia y mi indignación ha crecido por momentos.
Se trata de Sunam, una niña afgana de tres años a la que su familia ha comprometido con su primo Nieem, de siete años de edad. La pequeña no ha aprendido siquiera a hablar, pero ya está comprometida, para contraer matrimonio cuando cumpla 14 o 15 años. El límite para contraer matrimonio en Afganistán son 16 años para la mujer y 18 para el hombre.
Y todo esto por motivos culturales y religiosos, ¿pero se puede permitir que en el siglo XXI haya culturas que defiendan hechos como éste?
La pequeña Sunam fue ataviada con un vestido blanco de novia, y junto a su prometido, celebraron una fiesta de compromiso, a la que asistieron sus respectivas familias. Estas familias son en realidad la misma, ya que el padre de la pequeña es el hermano de la madre del chico. En Afganistán son frecuentes las bodas entre primos, ya que consideran que es mejor tener vínculos con la familia del consorte.
Los medios de comunicación hablan a diario de Irak, Afganistán y de todos aquellos lugares donde la guerra, unida a la muerte y la barbarie son ya habituales. Somos conscientes de las bombas que estallan, de las personas que mueren, pero no de la realidad cultural de estos lugares. No podemos destruir la cultura y la tradición de un país, o del conjunto de su población, pero tampoco podemos permitir que los derechos humanos de niños y mujeres sean arrastrados por el fango.
Son menores, que además de vivir en situaciones extremadas de pobreza y de guerra, se ven obligados a renunciar a su infancia, y a soportar situaciones como la de la pequeña Sunam. Se les está privando de los derechos que un menor español o de cualquier país occidental disfruta.
Y no se les priva únicamente de su infancia, también está en juego la dignidad de la mujer (otro aspecto indignante de algunas de estas culturas), ya que cuando llegue la hora del matrimonio, si éste no desemboca en un final feliz, el HOMBRE PUEDE ELEGIR a una segundo esposa. Si la mujer se niega, puede ser obligada a través de métodos violentos.
No se trata de ir en contra de una cultura o una religión, pero BASTA YA de ir en contra de los derechos humanos. Existen otros modos de alabar una cultura o religión, pero no permitamos la violación de los derechos de niños como la pequeña Sunam o su primo Nieem.
sábado, 13 de octubre de 2007
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